Fran se marcha de mal humor al trabajo, una vez más, no hay nada para desayunar. Su mujer, Lola, es la culpable, un ama de casa pésima, vaga y con una falta absoluta de interés por todo lo que amenace la integridad de sus largas uñas rojo pasión. Al llegar a la zapatería donde trabaja Fran las cosas no mejoran: una clienta exigente le toca las narices y acaban discutiendo. Sólo Dani consigue arrancarle una sonrisa cuando le invita al partido del Atleti que se juega esa misma noche en el Calderón. De vuelta a casa, Lola le espera, como es costumbre, sin la cena preparada y con una desagradable sorpresa: ha invitado a unos vecinos a tomar algo, sus vecinos Pelayo y Pati.
En el aniversario de su boda, Lola y Fran han decidido no regalarse nada, para no caer en lo típico. Sin embargo él oculta sus verdaderas intenciones: va a comprarle a Lola un reloj carísimo que ella desea. El plan es perfecto y la sorpresa está asegurada pero comete un error al compartir su secreto con Kiko y Belén. El secreto corre como la pólvora y así Lola, emocionada por su reloj, cambia de opinión. Decide comprarle algo y organizar una fiesta por todo lo alto para celebrarlo. Pati y Pelayo la convencen para que contrate un catering para la cena.
Lola, Fran, Pati y Pelayo van a salir juntos a cenar. Están intentando ponerse de acuerdo acerca del restaurante cuando el claxon de un coche interrumpe su conversación. Es El Cobra, el nuevo novio de Belén. Fran decide que es un buen momento para conocerle y, como padre, decirle cuatro cosas. Pelayo le acompaña para controlarle y que no se pase con el chico. Una hora más tarde, Pelayo y Fran vuelven a casa eufóricos: le han comprado el coche al Cobra, un Renault Fuego, el coche favorito de ambos en su juventud. Está hecho un cacharro pero ellos piensan devolverle todo su esplendor con unas cuantos arreglos y recuperar, a la vez que la carrocería, sus días adolescentes de libertad. Por descontado, la partir de este momento todas las cenas, incluida la de ese mismo día, quedan suspendidas hasta nuevo aviso. Tras los correspondientes arreglos, llega el gran día y el motor del Fuego ruge como hace treinta años. Para celebrarlo, Fran y Pelayo invitan a las chicas a dar una vuelta. Será la primera y la última, ya que la policía les detiene porque se trata de un coche robado.
Fran está como loco por comprarse una caña de pescar carísima, pero no tiene dinero. La mejor manera de conseguir liquidez es apostar en la partida de póquer con sus amigotes. Esa noche se marcha a jugar y Pelayo, su vecino, le acompaña con la única intención de conocer a los amigos de Fran. Comienzan la partida y las apuestas se suceden, Fran va perdiendo cada vez más. Pelayo observa las jugadas sin intervenir. En un descanso habla con Fran y le critica por ser tan malo, él está seguro de que lo haría mejor porque ha observado a los jugadores y conoce sus puntos débiles. Uno de los apostantes se retira y Pelayo ocupa, casi sin darse cuenta, su lugar en la mesa. Su estrategia infalible le lleva a perder 1.000 euros en la partida. Fran está encantado, esa cantidad ha ido a parar a su bolsillo.
Nuestra amiga Lola reclama unas pequeñas vacaciones alejada de sus hijos. Pati se ofrece a hacer de niñera con Pelayo durante un fin de semana, pensando que les servirá como entrenamiento para ser padres. A Pelayo la idea de quedarse al cuidado de las dos fieras de los Camacho no le apetece en absoluto, pero no puede llevarle la contraria a Pati y acepta. Fran tampoco está por la labor de marcharse ese fin de semana, hay un combate de boxeo importante y quiere verlo. Pelayo le recomienda un hostal con Digital + para que pueda ver la pelea y estar con Lola a la vez. Planificando minuciosamente el horario del fin de semana habrá tiempo para todo: llegar al hostal, acostarse juntos y disfrutar de lo que más les gusta a cada uno: ver deportes en la tele a él e ir de compras a ella. El plan es perfecto, sólo una advertencia a Pati: Belén tiene prohibidas las fiestas. No hay problema, cree Pati, porque ha organizado muchos juegos y actividades educativas para los chicos. La oferta cultural de los López no satisface a Belén ni a Kiko que se dedican a destrozar la casa y a gastar teléfono con sus amigos.
Los Camacho y sus vecinos, los Pelayo, se las van a tener que ver con los cacos. Una banda de ladrones atemoriza el barrio. Al parecer, se han sucedido varios robos y los vecinos están organizando patrullas de vigilancia callejeras. Una de las casas que ha sido objeto del interés de los ladrones ha sido la de Pati y Pelayo. También han forzado el coche de Fran para quitarle la radio. Pati se siente muy insegura y convence a Pelayo para comprar un perro guardián.
Los remordimientos de Pati, la vecina de la familia Camacho, le van a hacer pasar un mal rato ya que les propone a los Camacho pavimentar la entrada de sus respectivas casas. Al parecer, hay unos profesionales del tema por el barrio y ofrecen buenos precios. El marido de Pati, Pelayo, no ha podido decir nada porque está de viaje y ha sido a ella a quien se le ha ocurrido la idea. Fran saca a relucir su machismo habitual y le dice a Pati que la van a timar por ser mujer. Pero entonces Kiko llega a casa con la noticia de que hay unos timadores por el barrio que están intentando sacar dinero a los vecinos con el truco del asfaltado barato. Pati quiere reconocer a Fran su equivocación, pero Lola se lo impide. Fran se le aparece en sueños recordándole que ya se lo advirtió y para colmo se acuesta con ella en el sueño
Pelayo regresa a casa después de unos días de viaje y vuelve con una sorpresa para Pati : se ha dejado barba y está encantado con su nueva imagen. Pati le ha echado mucho de menos y quiere verle sin pelos en la cara. Pelayo se empeña en conservar su barba; Pati, en que se afeite. Discuten y Pelayo se queda en casa de sus vecinos, los Camacho, a vivir. Fran y los niños acogen a Pelayo con los brazos abiertos cuando éste se convierte en el ama de casa ideal que jamás existió en el hogar de los Camacho. Pelayo limpia, cocina, ordena y les cuida a todos. El cabreo de Lola aumenta conforme se reduce la suciedad a su alrededor, mientras ella pierde puntos cada día en favor del vecino.
Al perro de los Camacho le van a salir pulgas y la mascota de esta familia les va a dar algunos disgustillos a sus descuidados dueños. Todo comienza con un agujero en la valla del jardín de los Camacho. Todas las mascotas del barrio se cuelan en su terreno y lo utilizan como retrete. Pelos aprovecha la ocasión y se convierte en todo un Don Juan. A partir de ese momento, los dueños de los perros se quejan de la proliferación de embarazos no deseados y del nacimiento de cachorros cada vez más tontos y feos. Uno de los vecinos, el señor Perdiguero, se presenta en casa de los Camacho, amenazando con interponer una demanda. Pelos es el culpable de la deshonra de su perrita Celeste, una campeona de concursos cuyo pedigrí quedará ahora en entredicho. Es necesario parar esa furia de Pelos y, a propuesta de Pelayo (Alberto Lozano), Lola (Lilián Caro) decide caparlo. Fran (Ginés García) se opone. No está dispuesto a privar a su perro de los atributos viriles que la naturaleza le ha dado.
Nuestros amigos van a pasar unas vacaciones moviditas. Estamos en verano y Lola (Lilián Caro), Belén (Elena de Frutos) y Kiko (Daniel Retuerta) quieren ir a Torrevieja pero Fran (Ginés García Millán) ha organizado unas vacaciones a su estilo: muy económicas. El destino elegido es un hostal situado en el pueblecito de Aguaturbia, que hace honor a su nombre. La villa cuenta con dos atractivos turísticos: una cabra con dos cabezas, conservada en formol, y el hombre que conoció a Leticia Sabater. En la recepción del hostal, los Camacho notan que todos les observan. El ambiente es un poco extraño y los lugareños bastante más. Lo que no saben los recién llegados es que un asesino de turistas anda suelto. Se trata de un loco homicida que actúa cada cinco años. La Guardia Civil no tiene pistas, sólo se sabe que utiliza un hacha. Lola, Fran y los chicos parecen ser las víctimas perfectas para el psicópata.
El frigorífico de casa de los Camacho se ha estropeado por la falta de uso. La empresa de reparaciones envía un técnico que resulta ser una joven muy guapa. Semejante bombón no pasa desapercibido a las miradas de Fran y Pelayo. En uno de esos repasos, llega Pati y les pilla babeando por la chica. Después de tacharles de neandertales, Pati se lo cuenta todo a Lola. La venganza es un plato que se sirve caliente: Lola organiza una escapada a un local de striptease con toda la panda de amigas. Allí, Pati pierde su anillo de boda en el interior de los calzoncillos de un boy disfrazado de ‘El Zorro’. Antes muerta que confesárselo a Pelayo, así que decide escribirle una nota al stripper rogándole que le devuelva su alianza. En la nota incluye la dirección de Lola para evitar que el hombre se presente en su casa y Pelayo la pille.
Los apuros económicos de los Camacho son el pan de cada día. Fran se marcha con Pelayo una tarde al casino y regresa con la euforia de haber ganado mil doscientos euros. Nunca ha visto tanto dinero junto y, por supuesto, no tiene intención de compartirlo con su familia, quiere comprarse algo sólo para él pero no sabe qué.
El banco en el que trabaja Pelayo patrocina un torneo de fútbol sala para las familias de la urbanización. El premio consiste en una magnífica televisión de pantalla plana. Los Camacho no se lo piensan dos veces y deciden participar
Fran Camacho no consigue recortar los gastos de la familia, que cada vez son más elevados. El Ayuntamiento ha colocado unas farolas en la calle y va a cobrarles 50 euros por la instalación. Además, la compañía telefónica cada vez les cobra más; al repasar la factura de ese mes aparece una llamada a París que nadie ha realizado. Fran está dispuesto a defenderse de las injusticias, sobre todo de las que afectan a su bolsillo. Se presenta en las oficinas de la compañía telefónica para reclamar, pero sólo consigue que les corten la línea y anulen todos sus móviles. Lola, Belén y Kilo se tiran a la yugular de Fran.
La casa de los Camacho está infectada de cucarachas. Además, han conseguido difundir la plaga por toda la urbanización. No les queda más remedio que contratar a una empresa para que se encargue de fumigar. El exterminador les informa de que será necesario que abandonen la casa durante unos días por la toxicidad de los productos. Mientras limpian la suya, Pelayo y Pati, se han organizado un fin de semana romántico en París. Lola quiere marcharse a un hotel, pero Fran encuentra una solución más económica y, de acuerdo a su cutre-estilo, se lleva a toda la familia a acampar en el suelo de la zapatería.
Lola mostrará una de sus grandes costumbres: robar la correspondencia de los vecinos para poder quedarse con las carísimas revistas a las que éstos están suscritos. En uno de esos robos, Lola encuentra una carta de un programa de televisión, llamado Cómo te quiero, a los que sus vecinos parecen querer ir. Lola lo comenta con Fran y deciden inscribirse suplantando a sus vecinos. Al fin y al cabo ellos necesitan ganar los premios más que Pelayo y Pati. Llega el momento de concursar y Lola y Fran hacen su aparición estelar en el plató como los De López, de profesión banqueros. El concurso consiste en torturar a la pareja a cambio de premios poco valiosos. Poco a poco, Fran y Lola van superando las pruebas y obteniendo premios, y cada vez su integridad física se ve más deteriorada. En la última y definitiva prueba deben medir sus fuerzas contra otro matrimonio desconocido hasta el momento. ¡Son los Camacho! Pati y Pelayo han descubierto la trampa y ahora están en el plató dispuestos a defender sus premios y su apellido
Aparecen unas manchas con forma de cara en una de las paredes de la zapatería en la que trabaja Fran Camacho. La imagen es el de una cara distorsionada de alguien que sufre. El mismo fenómeno se repite también en su casa. Lola es la primera en darse cuenta, pero Fran está convencido de que sólo son manchas de humedad. Cuando Lola le enseña a Pati las caras, ésta alucina con las apariciones. Cree que están ante un prodigio único y comienza a darle publicidad al asunto
Pelayo recibe un extraño mensaje en su mesa que le aconseja utilizar un producto para prevenir la caída del cabello. Él lo entiende como el aviso de un desconocido y se da cuenta de que está perdiendo pelo. Muy deprimido por su incipiente calvicie consulta la opinión de Fran y éste, con su habitual forma de ver la vida, le dice que no hay solución a su problema. Pero Pelayo ha decidido luchar y aplicarse diversos productos. Además implica a Fran y los dos comienzan con el tratamiento, que incluye una crema con un sospechoso olor a comida de perro
Los Camacho no tienen apenas dinero para llegar a final de mes. La zapatería no da para mucho y Lola se encarga de malgastar los cuatro duros que Fran consigue ganar. Un buen día, entre todas las facturas del correo, reciben la tarjeta de crédito de los grandes almacenes Compraprix. La documentación viene a nombre de Pelos Camacho. Deducen que debe tratarse de un error, alguien ha confundido a su perro con un ser humano y lo ha incluido en la base de datos de un ordenador. De este modo, deciden comprar todo lo que les apetece sin temor a las consecuencias. Además, Lola considera que ella y su marido necesitan un descanso y deciden hacer un viaje con la habitación más lujosa del hotel más exclusivo de la ciudad. Pero todo lo bueno se acaba y el cuento de la gallina de los huevos de oro se cumple para los Camacho.
El instituto de Belén se celebra “el día de las madres y el trabajo”. Cada madre monta un chiringuito y explica a las alumnas en qué consiste su trabajo. Hay mujeres de todo tipo: abogadas, madres de astronautas y… Lola. Al principio nadie acude a hablar con ella, pero al final acaba siendo la más popular, aconsejando acerca de cómo vivir bien sin dar ni golpe, cómo robar la cartera al marido, cómo pasar el día comiendo bombones y viendo la tele… Belén se siente orgullosa de su madre. Por otro lado, Kiko se está volviendo bastante irresponsable: pierde las cosas y ha roto un cristal en casa de los López. Fran decide enseñar a su hijo a valorar más el dinero y se lo lleva a trabajar con él a la zapatería. Pero Pelayo, que quiere recuperar el coste de su cristal, le busca a Kiko una ocupación más rentable… aunque poco rentable para Fran.
Lola encuentra un ratón en el sótano. Les tiene fobia desde pequeña porque, por culpa de uno que tenía, todos los niños se reían de ella y hacían bromas a su costa. Lola y los chicos quieren llamar a una empresa de desratización, pero Fran decide ahorrarse el gasto y convertirse en el Gran Cazador Blanco.
Lola está harta de la desidia de Fran ante el sexo y necesita algo que incentive a su marido. Pati le recomienda un hotelito al que ella y Pelayo van de vez en cuando para animar sus relaciones sexuales. Una vez instalados en su habitación deciden ver una película porno rodada en el mismo hotel y en la que sus protagonistas son sus vecinos, Pelayo y Pati.
Pelayo tiene un coche nuevo al que cuida como a un hijo. No deja que nadie lo toque, ni siquiera Pati. Animada por Lola, Pati se lleva el deportivo de Pelayo a dar una vuelta y lo abolla contra un parquímetro. A raíz del accidente, Pelayo se deprime y queda impotente. Pati está arrepentida y muy preocupada por su marido, no sabe cómo ayudarle. Pati tendrá que buscar una solución, que pasa por convertirse en la perfecta y amantísima esposa, una estrategia urdida entre Fran y Pelayo.
Fran se muestra más que afectado por la reciente muerte de su peluquero Toni. Durante los últimos treinta y cinco años, Fran ha acudido siempre a la misma peluquería y le resulta muy dura la idea de saber que no podrá volver a verle. Lola intenta animarle y también Pelayo y, mientras, el pelo de Fran crece hasta convertirse en una desordenada mata de greñas. La pinta de Fran empeora cada día y todos intentan convencerle para que se corte el pelo donde y como sea. El problema es que Fran no quiere acudir a una peluquería de las que él califica como modernas, sino encontrar otro peluquero clásico de los de sillón de barbero y clientela habitual. Las melenas de Fran pueden traerle problemas también en la zapatería: un control de calidad por parte de los gestores de centros comerciales le obligará a mejorar su aspecto bajo la amenaza de una multa importante.
Pelayo y Pati organizan una fiesta en su casa para los jefes y compañeros del banco. Para animar la noche contratan a una pitonisa que, en el ejercicio de su labor, tiene buenos augurios para todos, Pelayo, Fran, Lola, todos menos Pati. Las cartas le predicen tragedia, desastre y mala fortuna pero Pati, con su habitual pragmatismo, decide no dar importancia al tema. Pero cuando los prometedores pronósticos se van cumpliendo y todos los demás tienen buena suerte y les van bien las cosas, a Pati no le queda más remedio que tomarse en serio las predicciones de la vidente
Kiko conoce a Yolanda, una universitaria sin dinero que sueña con estudiar un master en Bellas Artes. Kiko la invita a que pase unos días en su casa. La llegada de Yolanda transforma por completo la rutina de la familia Camacho y la de todo el barrio. De repente Fran y el resto de los hombres tienen en la jovencita una inspiración: la vida es más bonita, los pájaros trinan, florecen los jardines. Tanta felicidad se traduce en un incremento considerable de las relaciones sexuales con sus respectivas mujeres. Todas están encantadas, todas menos Pati.
Fran está harto de que nadie haga nada por él, por lo que decide que la próxima vez que regrese del trabajo alguien le deberá traerle sus zapatillas. Está claro que a Fran sólo le queda una posibilidad: su perro Pelos. En el primer intento Pelos sale huyendo, pero Fran no se rinde: el problema es que el perro no conoce sus zapatillas. Se las tendrá que enseñar para que reconozca su particular olor.
Fran y Lola se quedan sin un euro en el bolsillo. Ello siempre las están pasando canutas con el dinero, pero a Lola se le ocurre una solución: que Fran tenga un segundo empleo; ella misma se pone manos a la obra a buscárselo. Descubre un anuncio en el que solicitan una distribuidora de cosméticos y, al enterarse de las elevadas comisiones que cobran, es ella la que se queda con el trabajo. En poco tiempo Lola gana mucho dinero y Fran, lejos de alegrarse, se mosquea pensando que su mujer gana más que él. Para solucionarlo, Fran busca trabajo en un local de comida rápida donde obtener un sobresueldo que le permita superar los ingresos de Lola. Al final se descubre que Lola no está vendiendo los cosméticos a ninguna clienta, ella es su única clienta. Ha estado haciendo pedidos enormes pagándolos con el dinero de Fran y a cambio recibe cheques con comisiones que se gasta. Ahora sí que están en la ruina.
Por fin a los Camacho les llueve algo de dinero, aunque no en grandes cantidades. El fallecimiento del tío más tacaño de Lola (Lilian Caro) les hace herederos de la bonita cantidad de doscientos treinta y siete euros. Teniendo en cuenta que las comidas en casa de los Camacho nunca son suculentas, Pati (Roser Pujol) les convence para que inviertan su fortuna en una cena para cuatro en un restaurante caro. Dicho y hecho. Fran (Ginés García), Lola y los chicos salen a cenar todos juntos. El restaurante que han elegido es de lujo y allí los Camacho ponen en evidencia sus mejores "cualidades", para vergüenza de Pati y Pelayo (Alberto Lozano), que están cenando en el mismo lugar. El problema viene cuando, al ir a pagar, Fran descubre que ha olvidado la cartera en casa. Belén (Elena de Frutos) y Kiko (Daniel Retuerta) van a buscarla pero, en vez de regresar con el dinero y rescatar a sus padres, se marchan a un concierto. Fran y Lola tendrán que arreglárselas para salir del aprieto.
Belén quiere organizar una reunión con sus amigas y pasar la noche juntas, pero Fran se opone radicalmente recordando con miedo la última que armaron en su casa. Tras mucho insistir, Belén consigue el apoyo de su madre para invitar a las chicas. Mientras tanto, Pati y Pelayo se marchan un fin de semana a Lanzarote y dejan a Lola a cargo de las llaves de su casa. Sólo tiene que abrir la puerta a los obreros que vienen a instalar una pérgola en el jardín, pero algo tan sencillo se complica si los Camacho están de por medio. Cuando Pelayo y Pati regresan se encuentran la pérgola montada y la casa vacía, parece que alguien les ha robado todos los muebles. Ni siquiera Lola tiene una justificación para lo que ha ocurrido. Así que esa noche, Fran tendrá que acoger en su casa a Pati y a Pelayo, además de a las amigas de su hija.
Lola y Pati disfrutan con su programa favorito: ¡Escucha a tu corazón! ¡Pom-pom! ¡Pom-pom!, presentado por José Júpiter, el Superviviente más sano y fuerte de España. Fran no da crédito, pero más será su estupor cuando Lola gane pasar dos semanas con quien Fran llama "esa nenaza". Fran se opone rotundamente a que José Júpiter vaya a su casa y, consecuentemente, a la mañana siguiente José Júpiter se instala en casa de los Camacho. Lola está encantada, Pati también, aunque Lola se las ingenie para deshacerse de ella y que no le haga la competencia. Y Fran y Pelayo intentan evitar el bochorno de ver cómo sus mujeres pierden los papeles por un saco de músculos. José Júpiter está decidido a que Lola cambie su forma de vida, pero lo de hacer ejercicio no va con ella, al menos el tipo de ejercicio al que él se refiere. José Júpiter no se rendirá: él tiene una fama que mantener e intentará que Lola se convierta en una mujer fuerte y sana. Lola tampoco está dispuesta a dar su brazo a torcer. ¿Quién se saldrá con la suya? El desenlace de su tira y afloja será completamente inesperado.
El pique entre el jefe de los Camacho y su vecino, Pelayo, continúa como siempre. Ahora a Pelayo le acaban de aumentar el sueldo en el banco y comienza a echar en cara a Fran que si Lola no le cocina y que si su hija Belén siempre anda liada con chicos. Fran, contrariado, organiza una reunión familiar: a partir de ese día Lola cocinará y Belén no saldrá con más chicos del instituto. Pero coincidiendo con esta decisión a Fran le empieza a doler una muela. Él nunca ha ido al dentista, le tiene pánico, pero como la muela no deja de molestarle accede a ir al dentista de Pati. Ojalá nunca lo hubiera hecho.
A Fran se le presenta una oportunidad para escapar de su penosa y azarosa vida, ya que se le ha ocurrido una idea innovadora para la próxima cena de minoristas de zapatos, los zapatos con luces. El protagonista aspira a resarcirse de todas las veces que ha hecho el ridículo en dicha reunión y está convencido del éxito de su brillante innovación. Para reforzar la presentación cuenta con Belén para que le sirva de modelo. Mientras Pelayo, Lola y Pati aguardan impacientes el resultado de la demostración para actuar según la reacción del público. Por otra parte, Kiko continúa con su inexistente vida amorosa, en la que sus ligues brillan por su ausencia, pero ante las chanzas de sus amigos maquina un plan en el que necesita a un maniquí del centro comercial.
Los viejos fantasmas le van a causar algunas molestias a la mujer de Camacho. Lola (Lilian Caro) se encuentra con Pili, uno de los demonios de su pasado escolar. Es la chica con la que rivalizaba en el colegio y, aunque le duela reconocerlo, Pili destacaba siempre por encima de ella. Uno de los juegos favoritos de ambas consistía en humillar a la contraria en público si ésta perdía la apuesta que hubieran realizado. El reencuentro no hace más que confirmar que las cosas siguen igual. Pili está casada con un hombre con dinero, tiene tres hijos listos, se ha hecho varias cirugías y vive mejor que Lola. El pique entre ellas es inevitable y, para recordar sus años mozos, deciden jugarse el honor en una partida de bolos entre ambas familias. La perdedora tendrá que disfrazarse de bolo y será el hazmerreír de toda la bolera. Lola se ve ganadora y acepta la apuesta. Sus grandes bazas son su hijo Kilo (Daniel Retuerta), excelente jugador, según él mismo asegura, y su vecino Pelayo (Alberto Lozano), que tendrá que transformarse en un auténtico Camacho y hacerse pasar por un primo lejano de la familia.
Todo comienza en el nuevo centro comercial que acaba de abrir junto a la zapatería de Fran. Como estrategia de venta, el centro comercial ha organizado un espectáculo para recibir a Papá Noel. El famoso personaje saltará en paracaídas desde su trineo y repartirá cientos de vales- regalo para gastar en el centro comercial. Algo sale mal y el papá Noel en cuestión se estrella en el jardín de los Camacho. Policías y forense invaden la casa de Fran mientras un montón de niños curiosos espera a la puerta para enterarse de lo sucedido. La verdad es que Papá Noel ha muerto espachurrado, pero ¿quién se atreve a arruinar la ilusión de los pequeños? Estamos en Navidad, y hasta Fran Camacho tiene corazoncito. Fran encontrará la manera de contentar a los niños y la solución a sus problemas llegará caída del cielo.
Nuestros amigos Los Camacho -Fran, Lola, Belén y Kilo-, están a punto de celebrar la Navidad. Y como todos los años Lola y los chicos creen que Fran no va a tener dinero para comprarles regalos. Para su sorpresa, Fran acaba de recibir un inesperado cheque. El mismo día de Nochebuena Fran decide cerrar antes la tienda para ir al banco, pero tras un encontronazo con unas viejecitas se lo encuentra cerrado. No hay forma de conseguir el dinero. Aterrado ante la idea de volver a casa sin regalos, decide ganar dinero utilizando la tienda como guardería. El aciago día está a punto de empeorar cuando un Papá Noel, al que Fran conoce de algo, llega a la tienda con ánimo de venganza
Es Navidad y todos, incluida la familia Camacho, esperamos la visita de papá Noel o los tres reyes Magos. Pero a Fran le espera una visita un poco más especial: su ángel de la guarda. Fran está maniatado en su tienda, a merced de un falso Papá Noel armado con una navaja. De nada sirven sus ruegos para que le deje libre. Sólo el cheque que Fran nunca pudo cobrar surtirá el efecto deseado. Fran, finalmente, regresa a casa sin dinero y sin regalos. Lola y los chicos, enfadados, deciden pasar la Nochebuena en el bar de Pepón, dejando al cabeza de familia solo en casa y sin cena. Amargado, Fran maldice su suerte hasta el punto de cuestionarse si hubiera sido mejor no haber nacido, cuando sufre un accidente. En ese momento se le aparece su ángel de la guarda, que se ofrece a mostrarle cómo sería la vida de sus seres queridos sin él y así convencerle de que merece la pena vivir.
La peculiar familia vuelve otra vez a pasar estrecheces económicas, puesto que han cerrado por obras el centro comercial donde se sitúa la zapatería en la que trabaja Fran. La única idea que se les ocurre para salir del apuro, es la de acoger a una chica de intercambio en su hogar, para poder recibir el dinero de la subvención. Mientras esperan la ayuda económica, llega Ivette, una preciosa joven francesa de la que todos intentan sacar algo. Kiko se ha enamorado perdidamente de ella, Lola y Fran roban el dinero que trae y Belén aspira a convertirla en su esclava. Pero la situación se complica para la menor de los Camacho cuando la francesita se gana a sus amigos y comienzan a ningunearla. Las finanzas familiares mejoran un poco por lo que Fran y Lola están encantados con la estudiante, mientras que su hija idea un plan para deshacerse de ella. Además, intenta recuperar su puesto de reina del instituto, pero por el momento se tiene que conformar con salir con un empollón.
Fran (Ginés García Millán) va a poder ver cumplido uno de sus sueños. El matrimonio Camacho es invitado a la boda de una prima de Lola. La mujer de Fran está encantada con la idea de perder a sus hijos de vista durante un fin de semana y marcharse con su marido. Sin embargo, a Fran lo de aguantar a sus suegros no le parece una auténtica celebración y se niega a ir. Discute con Lola y se marcha dando un portazo y amenazando con no volver a casa. Al llegar a la zapatería, Fran le cuenta lo sucedido a su compañero, Dani, y consigue que éste le ofrezca su piso para pasar la noche. Cuando terminan de trabajar se marchan al apartamento, que es un auténtico picadero. Su sueño erótico más tórrido está a punto de materializarse al presentarse las hermanas Bustos, dos azafatas con cuerpazo de escándalo y ganas explícitas de sexo.
En este último episodio, la urbanización donde viven los Camacho se está viendo sacudida por la aparición de un mirón que se dedica a observar a través de las ventanas a las vecinas mientras se cambian de ropa. Las mujeres, ultrajadas, forman unas patrullas vecinales para atraparlo con las manos en la masa. La única mujer de la urbanización a la que el mirón aún no ha mirado es a Lola, que entra en "depresión" y empieza a cuestionarse el por qué de tal desprecio. Siente que está perdiendo la belleza, que le salen arrugas, que envejece por momentos. Fran trata de demostrarle, como sólo él sabría hacerlo, que está equivocada.