Fran está como loco por comprarse una caña de pescar carísima, pero no tiene dinero. La mejor manera de conseguir liquidez es apostar en la partida de póquer con sus amigotes. Esa noche se marcha a jugar y Pelayo, su vecino, le acompaña con la única intención de conocer a los amigos de Fran. Comienzan la partida y las apuestas se suceden, Fran va perdiendo cada vez más. Pelayo observa las jugadas sin intervenir. En un descanso habla con Fran y le critica por ser tan malo, él está seguro de que lo haría mejor porque ha observado a los jugadores y conoce sus puntos débiles. Uno de los apostantes se retira y Pelayo ocupa, casi sin darse cuenta, su lugar en la mesa. Su estrategia infalible le lleva a perder 1.000 euros en la partida. Fran está encantado, esa cantidad ha ido a parar a su bolsillo.