Los viejos fantasmas le van a causar algunas molestias a la mujer de Camacho. Lola (Lilian Caro) se encuentra con Pili, uno de los demonios de su pasado escolar. Es la chica con la que rivalizaba en el colegio y, aunque le duela reconocerlo, Pili destacaba siempre por encima de ella. Uno de los juegos favoritos de ambas consistía en humillar a la contraria en público si ésta perdía la apuesta que hubieran realizado. El reencuentro no hace más que confirmar que las cosas siguen igual. Pili está casada con un hombre con dinero, tiene tres hijos listos, se ha hecho varias cirugías y vive mejor que Lola. El pique entre ellas es inevitable y, para recordar sus años mozos, deciden jugarse el honor en una partida de bolos entre ambas familias. La perdedora tendrá que disfrazarse de bolo y será el hazmerreír de toda la bolera. Lola se ve ganadora y acepta la apuesta. Sus grandes bazas son su hijo Kilo (Daniel Retuerta), excelente jugador, según él mismo asegura, y su vecino Pelayo (Alberto Lozano), que tendrá que transformarse en un auténtico Camacho y hacerse pasar por un primo lejano de la familia.