Los padres de Jennifer Pan emigraron de Vietnam a Toronto soñando con un futuro mejor para la futura descendencia. Trabajaron denodadamente para lograrlo y exigieron con la misma intensidad. Cuando Jennifer Pan no pudo cumplir con los estándares que sus padres exigían comenzó a mentir. Y cuando la mentira se desmoronó necesitó matar.
Jean-Claude Romand llevó su mentira tan lejos que enloqueció. Soñaba con ser médico pero desaprobó un examen y no pudo tolerar la frustración de aceptarlo. Entonces comenzó a tejer el engaño que sostuvo durante décadas. Ni su esposa ni sus padres, mucho menos sus hijos, supieron nunca que el prestigioso doctor Romand se escondía cada vez que decía que conducía hasta su oficina en la OMS. Durante décadas. Hasta que ya no soportó hacerlo más. El escritor Emmanuel Carrère escribió con su caso el libro El impostor.
El caso de Pablo y Sergio Shocklender se mezcla con una trama oscura de poder político y económico. El padre era un empresario poderoso, muy cercano al gobierno militar durante la más cruel dictadura que sufrió Argentina. La madre abusaba al menos de uno de sus hijos. Nada justifica el asesinato pero ambos parricidas cumplieron su condena y hoy siguen con sus vidas en libertad. Uno de ellos oculto, el otro con una imagen pública muy expuesta.
Silvina y Gabriela Vázquez perdieron a su madre y tuvieron que mudarse junto al padre al barrio de Saavedra, en la Ciudad de Buenos Aires. Se acercaron al Centro Alquimista Trasmutar y comenzaron sus prácticas esotéricas, en las que invocaban presencias divinas. La mañana del parricidio, padre e hijas se habían sugestionado a tal punto con las prácticas, que la autopsia dejó demostrado que la víctima no solo que no se defendió sino que hasta colaboró con su propio asesinato.
“Some one killed my parents”, la voz de Erik Menéndez suena realmente atribulada en la llamada que hizo al 911. Los policías de Los Ángeles llegaron a la mansión familiar y encontraron tal nivel de violencia en la escena del crimen, que demoraron mucho tiempo en entender que los asesinos habían sido los mismos hijos. Luego vinieron los juicios súper mediáticos y los detalles del abuso que los adolescentes habían sufrido durante años.
Marco Arenas era el único hijo de un matrimonio de buen pasar económico, en las afueras de Lima. Fue criado sin privaciones, pero no lograba estabilizarse emocionalmente y discutía permanentemente con sus padres. Hasta que un día resolvió matar a su madre. Fingió abrazarla para reconciliarse pero el gesto se transformó en llave de karate mortal.
Ana Carolina vivía en Chihuahua, México y tenía 17 años pero aparentaba aún menos edad. Sus padres eran un matrimonio muy mayor, 88 años él y 69 ella. La habían adoptado con la ilusión de dedicar su vejez al cuidado de una nueva hija. Sin embargo, la pequeña acabó con sus vidas.
Leandro Yamil Acosta y Karen Daniela Klein se conocieron de grandes cuando sus respectivos padres se enamoraron y conformaron un nuevo hogar, que los incluía a ellos dos y a dos nuevos hermanitos mellizos, frutos de la nueva unión. Pronto nació el amor entre los hermanastros, y el odio hacia los padres.
Jim Gordon fue un músico tan excelso que aún preso es rico gracias a las regalías de las canciones que compuso. Sin embargo, su carrera quedó trunca. Los médicos psiquiatras a los que acudió no lograron diagnosticar a tiempo su enfermedad y terminó matando a la madre con un martillo.