Salva es un voluntario que trabaja en el teléfono de la esperanza. En una conversación con Raquel, una señora de 60 años, deduce que va a suicidarse. Localiza su dirección, llama al servicio de urgencias del Hospital Central y deja el puesto de trabajo para acudir en su ayuda. Cuando Salva llega, los del Samur ya han evitado la muerte de la señora que, efectivamente, había intentado quitarse la vida tomándose unas pastillas.
Salva acude al hospital y, mientras está sedada, observa el rostro a la mujer con la que tanto había hablado. Salva, que cree que Raquel está sola en el mundo, se sorprende al ver la llegada de la hija de la suicida. La hija no comprende cómo su madre llamó al teléfono de la esperanza y desconfía de Salva.
Por otro lado, Laura no ve un tumor que han diagnosticado en otro hospital a una paciente, Marga, de 45 años. Cuando Laura le comunica que no tiene la tan temida enfermedad, Marga arremete contra el médico que hizo un diagnóstico erróneo y le ha hecho pasar un mes infernal.