Una vez más, Miñato ha sido pillado con las manos en la masa. Puri lo ha cazado en actitud muy poco digna, entre los frutos de su huerta. Una escena demasiado escatológica para que la peluquera considere el consumo humano de su producción. Pero es todo un malentendido, realmente, Miñato estaba buscando materia prima para un nuevo negocio: La producción y venta de aguardiente casero.
Lo que no sabe el chapuzas es que Elsa, con quien Puri comparte vivienda, tiene una receta infalible. Una pócima secreta que, bien comercializada, podría hacerles ricos a todos. Sólo requiere de tres elementos imprescindibles: materia prima, Elsa y discrección. Pero tratándose de Louredo, pronto todo el pueblo tratará de participar del próspero negocio... para más inri ilegal.
Y no sólo ilegal; seguro que es pecado. O eso piensa Miñato, convencido de que si quieren tener éxito, deben evitar, por todos los medios, cualquier sospecha por parte de los curas. Tampoco debe saberlo Lidia, la dueña del bar, pues no toleraría la venta de ningún licor que no sea suyo, dentro de las fronteras de Santo Antonio de Louredo. Alambiques ilegales, caña de la buena, la ley de un lado, Miñato del otro y Elsa en el medio. Esto es, Louredo en pie de guerra.