Ana está aturdida tras la noticia de que Alberto está vivo. Mateo lo ha encontrado en Nueva York y los dos están viajando de vuelta. Ante semejante revelación, Ana sólo puede tomar una decisión: cancelar su boda con Carlos. Le duele en el alma dar una noticia así a su prometido, pero debe ser sincera con lo que siente. Se desahoga con sus amigas y con su tío, carcomida por las dudas: ¿dónde ha estado Alberto todo este tiempo?, ¿por qué no ha contactado con ella? Y, sobre todo ¿habrán cambiado sus sentimientos hacia ella? Mientras, Alberto y Mateo viajan juntos de vuelta a España. Es el momento idóneo para que los dos amigos se pongan al día. Mateo le cuenta que se separó de Clara. Alberto, por su parte, cuenta como pasó un año recorriendo la ruta de la seda y acabó asentándose en Nueva York… pero la pregunta clave es porqué Alberto jamás contactó con ellos. Alberto asegura que les escribió siempre, tanto a Mateo como a Ana. Las cartas a Mateo iban dirigidas al antiguo piso de casado de Mateo y, por tanto, él nunca las leyó pero… ¿y las que iban dirigidas a Ana?, ¿qué pasó con ellas? Ni la vuelta de Alberto ni la anulación de la boda de Ana preocupan a Marco, ansioso por cerrar su trato con Barroso, el cliente dispuesto a comprar las galerías. Marco ya se ve con un pie en Italia cuando recibe una visita inesperada: Antonella, su prometida. Patricia, sin embargo, está especialmente afectada por la noticia de que su hermano está vivo. La presión puede con ella y acaba por contar toda la verdad a Enrique. Jonás, mientras tanto, se prepara para la inminente prueba de ingreso en la escuela de costura de París. Raúl De La Riva admira los modelos que ha diseñado… pero ve un pequeño problema: el propio Jonás. Huele a Porrillos por los cuatro costados. O se refina y deslumbra a los representantes de la escuela con un nuevo aspecto más sofisticado o jamás le admitirán. Por la noche, Alberto y Mateo llegan a Madri