Jessie Blodgett vivía por y para la música: canto, violín, piano, nada se le resistía. Cuando Jessie apareció muerta, aparentemente estrangulada, en su cama en la casa de sus padres, nadie entendía qué había pasado. Aunque la última entrada del diario de Jessie, escrita la noche de su muerte, apuntaba a dos posibles culpables, el asesino resultó ser alguien mucho más cercano.