Tina, una conocida de Mario, acude al bufete en busca de ayuda porque ha envenenado accidentalmente a su criada y la ha matado. Tina afirma que dejó una botella de whisky con arsénico por si entraban ladrones en su casa, y la criada se lo bebió sin saberlo. Para Mario supone un gran problema, ya que su cliente no parece ser consciente de la gravedad de la situación. En el juicio y, sintiéndose bajo presión, Tina confiesa que para quien iba destinado el veneno era para su pareja, pero que en el último momento se arrepintió y se le olvidó tirar la botella. Gonzalo está malherido tras la paliza que recibió de los matones enviados por Espinosa, un poderoso empresario cuyas cuentas manipuló Rocío antes de irse. Gonzalo se ha visto obligado a vender su casa y pide a Mario que le acoja en la suya durante un tiempo. Mario va con Gonzalo a pedirle a Espinosa que les conceda más tiempo para recaudar todo el dinero, pero Espinosa no está dispuesto a concedérselo. La tensión entre David y Silvia sigue latente, por lo que Mario toma cartas en el asunto y les asigna a los dos un caso de divorcio. Sin embargo, el caso se asemeja bastante a la historia vivida entre ellos, no solo por el gran parecido físico que guarda su cliente con Mario, sino porque le ha sido infiel a su mujer. David y Silvia no pueden evitar llevar el caso a su terreno personal olvidando su deber como abogados y llegando al punto de ignorar a su cliente. Eli ya está instalada en su nueva casa con David y con Kat, y parece que con David las cosas van mejor. Su cercanía se acentúa por el hecho de que David tenga que trabajar en el mismo caso con Silvia, a la que aparentemente no puede soportar. Eli está indecisa y no sabe si debe lanzarse y confesarle sus sentimientos. Kat le anima a que lo intente.