El Ramadán llega a su fin. Ha sido un mes que ha trastocado la vida de 2.000 millones de musulmanes, casi un cuarto de la población mundial, que tiene que encajar las restricciones de comida y bebida con los estudios y, sobre todo, con el trabajo. Desde la hostelería al campo, algunos suman el ayuno a condiciones que son de por sí precarias.