Lana Turner, con más de 20 años de carrera como actriz a sus espaldas, se enfrenta en 1958 al papel más importante de su vida, en el que no importarán las cámaras: un juicio en el que, con su testimonio, se decidirá el futuro de su hija Cheryl, después de que la pequeña asesinase de una puñalada al amante de su madre: Johnny Stompanato.