El suicidio es el tema tabú por excelencia en muchas de las sociedades modernas. Desde la antigua Grecia hasta la actualidad, infinitas doctrinas han proscrito esta práctica, y los medios de comunicación evitan encionarlo a no ser que sea imprescindible. Y, sin embargo, el ser humano nunca ha dejado de quitarse la vida. En ocasiones, el último deseo de un alma atormentada es que todos se enteren de que existe, y de que va a dejar de hacerlo. Organizar un espectáculo macabro como último grito de socorro. Obtener las miradas que le fueron negadas en vida. Otras veces, anhela lo contrario: desparecer sin dejar rastro, ocultar la prueba del delito, desvanecerse como un sueño febril.