Ferran Adrià se queda como chef en solitario en 1987 y, ese mismo año, decide apartar todos los libros de cocina y buscar su propio estilo. Lo encontrará inspirándose en la cocina tradicional de su entorno: productos, técnicas de cocción, salsas, guarniciones... Se comienza también a reflexionar sobre importantes puntos de de la filosofía de el Bulli, como la valoración de los productos, la estructura de los platos o las distintas maneras de servir la comida.