El 27 de septiembre de 1822, Jean-François Champollion leía ante los miembros de la academia de París su célebre Carta a M. Dacier. Con ella se daba por aprobado el sistema de desciframiento de la escritura jeroglífica y, al mismo tiempo, el nacimiento de la egiptología como ciencia. La piedra de Rosetta, hoy en el Museo Británico de Londres, fue la pieza clave para poder hacer ese sensacional avance. Aunque hubo ayuda de otros expertos como el inglés Thomas Young, cuyo trabajo quedó en la sombra.