La disciplina férrea de las monjas supone para Celia un tremendo choque, pero en realidad el cambio no le afecta tanto como se podría esperar: con las niñas del colegio, Celia no acaba de llevarse bien y en cambio, se hace amiga de dos monaguillos pobres y de su pandilla. Por casualidad, Celia descubre un método para ser castigada, lo malo es que su generosidad y compañerismo le llevan a culparse de los pecados de los demás. El padre Restituto, el capellán del colegio, le impone una penitencia, y Celia queda tan impresionada de sus palabras que decide ser santa.