Llega el verano, a Celia le cortan el pelo, por lo que se siente obligada a hacer lo mismo con sus muñecos y su gata, Pirracas. Esto lleva a que una parte de la servidumbre crea que una forma diabólica se ha apoderado de sus vidas. En casa de una nueva amiga, Carlotica, las dos niñas devuelven al abuelo sus ilusiones teatrales ya olvidadas, aunque sea a costa de convertir la casa en un auténtico campo de batalla. La tía Julia aconseja un colegio de monjas que ella conoce para “civilizar” y educar a la pequeña.