Actualmente, es el único país asiático de mayoría católica, más del 80 por ciento de sus habitantes lo son. De hecho, como explica Ana María, "el emblema de la ciudad es la Basílica del Santo Niño, a ella llegan más de 3 millones de fieles cada año". Para Aitor la vida en Cebú se hace a pie de calle. Menú diario por menos de un euro, frutas exclusivas de Cebú con las que combatir la deshidratación y el mayor mercado de pescado seco de Filipinas hacen de la ciudad un lugar ideal para visitar. La alta sociedad de Cebú vive en la ladera de la montaña, como Amparito, una de las mujeres más pudientes de la isla. Pariente lejano de Isabel Preysler, y que tras 45 años de matrimonio ha conseguido edificar su sueño, una casa de tres mil metros cuadrados. Nena asegura que "todo filipino tiene sangre española y china". Orgullosa de sus raíces cebuanas y de antepasados españoles, nos desvela que actualmente son conocidos como los latinoamericanos de Asia. Hablar en esta isla con sus habitantes, con nombres y apellidos españoles, es relativamente fácil ya que muchos hablan chabacano, un dialecto que es el resultado del tagalo (lengua oficial filipina) y el español, eso sí, "la velocidad a la que hablan dificulta el diálogo". El 90 por ciento de la población de desplaza en jeepneys, furgonetas con asientos. Son sus llamativos autobuses urbanos, herencia de la presencia americana en la isla. Los innumerables gallos en las calles, las siete mil islas e islotes de Filipinas con sus playas y la sonrisa perpetua de los habitantes convierten a Cebú en un destino ideal para perderse en un entorno en el que el estrés lo genera no tener tiempo de disfrutar de todas sus rincones.