La gente es incapaz de tener la boca cerrada. Incluidos nosotros, que cada semana damos la murga durante una hora sobre cualquier tema que se nos pase por la cabeza. ¿Sabéis por qué? Porque en un mundo lleno de palabras y de ruido interpretamos el silencio como algo extraño, confuso e incómodo, pensamos que se debe al aburrimiento o al desinterés. Y para llenar ese silencio hablamos. O peor: opinamos. Porque la opinión no requiere conocimientos, análisis ni experiencias. La opinión es gratis. Y deberían empezar a cobrarla.