Nada se le pasa a Amelia, la gobernanta de la casa rectoral. Una revisión de gastos rutinaria ha dejado al descubierto algo inquietante: Se ha disparado el consumo de vino de misa en el último mes... y da la casualidad de que ése es el tiempo exacto que lleva Miñato trabajando de sacristán. ¿Se está cogiendo moñas el chapuzas a costa de la parroquia? Conociendo al chapuzas, la respuesta es obvia. O no.
Las primeras y preocupantes indagaciones descubren que Miñato se ha montado un nuevo negocio, esta vez a expensas de la Iglesia. Antes la acusacion, al manitas de Louredo le sobrara tiempo y recursos para echar balones fuera. Y conseguira que las sospechas se centren en el nuevo parroco de Santo Antonio de Louredo: don Perfecto.
Y es que al joven sacerdote parece que le crecen los enanos, pues Miñato no será el único que se aproveche de él. El mismísimo don Crisanto parece haber encontrado el entretenimiento perfecto para sus momentos de ocio: intentar hacer rabiar a don Perfecto, el hombre con más paciencia que jamás se ha visto en la redonda. Su última ocurrencia, proponer a su discípulo la celebración de una misa en latín. Y esta la vida para latines...
En resumen, los vecinos del pueblo van a estar muy entretenidos esta semana porque, ademas de las intrigas de la casa rectoral, la pareja formada por Lidia y Sindo va a dar mucho que hablar. El matrimonio lleva unos días que no para de discutir y hasta se ha organizado una competición para ver quién de los dos es más organizado y atiende más rápido y mejor a los clientes de su establecimiento. Las apuestas están muy reñidas. Y cuando de apuestas se trata, ya sabemos que los vecino no tardaran en estarlo.
