Santo Antonio de Louredo parece tener un punto negro de tráfico en su red de carreteras. Los últimos en accidentarse han sido una banda de ladrones, que ya es mala suerte. Miñato, encargado de limpiar el escenario de los hechos, coincidirá allí con Perfecto, que aprovechará la ocasión para darse el pertinente porrazo, aunque en bicicleta. Que no es tan dañino pero sí igualmente doloroso. Socorrido por el chapuzas de Louredo, ambos se toparán con algo inesperado: Una bolsa llena de dinero, que resultará ser el botín perdido de los delincuentes. Sin nadie que reclame el tesoro, ahora sólo queda decidir qué hacer con él.
Y, mientras lo deciden, son conscientes de que su única oportunidad es conseguir que su hallazgo quede en secreto. Cosa imposible en Louredo. Pronto la noticia correrá como la pólvora y serán muchos los voluntarios para quedarse con una parte del botín...
Mientras, las mujeres de la villa andan algo revolucionadas. Amelia está muy agobiada con la cantidad de trabajo que le dan entre don Crisanto y don Perfecto. Que como curas son muy responsables, pero como cohabitantes de la rectoral dejan mucho que desear.