Míriam (Lola Marceli), una antigua y despampanante amiga de Sergio que vive en el extranjero, viene a pasar unos días a Madrid. Sergio está loquito por los huesos de la joven y, a pesar de que tiene ladillas, intenta darse una alegría con la muchacha. Por su parte, el frutero se vanagloria de que las mujeres, en el póquer, no tienen nada que hacer con los hombres, por lo que Carlota le reta a jugar una partida. Cuando en las apuestas sustituyen los macarrones por dinero, Carlota y Diana “despluman” al frutero y a Gonzalo, que exigen furiosos la revancha ya que no creen que hayan podido perder ante ellas. Y finalmente, Aída consigue una cita con un atractivo compañero de terapia que resultará ser un rico empresario, habitual de las páginas del corazón.