A Laura la han seleccionado para hacer un curso de azafata en Mallorca. Sole la advierte del peligro de tomar el avión que la trasladará a la isla, pues ha tenido una premonición fatal. En su pesadilla ve turbulencias, el rostro de pánico de la tripulación, las carreras de las azafatas y las mascarillas de oxígeno de los pasajeros. Laura desea conocer el desenlace de la premonición, pero en el último momento del sueño Sole siempre se despierta. Laura prueba con la hipnosis. En el instante del trance, Paco interrumpe. A Sole se le ocurre una última solución: escenificar el sueño. Así, colocan las sillas del salón como las butacas de un avión, y David, Paco, Laura Carlota y Gonzalo hacen de pasajeros. Sole recuerda el desenlace. Afortunadamente, se trata de una simple zona de turbulencias. Laura hace el equipaje. Se marcha a Mallorca. Carlota se convence de que se cierra una etapa en la relación del grupo. Carlota ha llevado el sofá al tapicero y desde entonces, las conversaciones y los encuentros en casa no son lo que eran: falta algo. Carlota no puede recuperar el sofá porque la tapicería arde. Decide, entonces, comprar uno nuevo. A fin de que el sillón cobre vida y "se domestique" les pide a los amigos que lo pisoteen y lo manchen de bebida y comida. Como en casa de Carlota ya no hay sofá, David y Paco se suben a casa de Gonzalo a ver el programa de Paula Vázquez. Le hacen la pelota, y lo persuaden para que se una al grupo. Pero Gonzalo ya ha madurado, y no le gustan las aficiones de los otros. David se interesa por los placeres de los treintañeros: los vinos de crianza, las tapas exquisitas, el cine de calidad, los calzoncillos de marca… Ahora sólo queda convencer a Paco para que se suma al club de los maduros. Éste se resiste al principio, pero termina cayendo en la tentación. David, Gonzalo y Paco brindan por la madurez. Se imaginan sus vidas dentro de diez años. Entonces, se les representa en la mente una parodia de la película "La