Todo el mundo contenía el aliento, dentro de España, pero fuera también. El vuelco institucional de las elecciones municipales y autonómicas parecían solo un aperitivo para lo que se temía que iba a llegar: la consolidación local de la extrema derecha era su normalización definitiva, su blanqueo necesario para entrar, por fin, en el Gobierno de España. Otro país para la colección. Pero no fue así. Vox ha perdido más de 600.000 votos, de 52 escaños pasa a 33. No gobernará, no es decisivo para nada. Abascal no tiene cara de vicepresidente. Hablamos con Felipe González Santos, investigador de Sociología en la Universidad de la ciudad de Londres y experto en partidos y movimientos de ultraderecha en Europa, para entender lo que ha ocurrido en España con VOX y cómo interpretarlo dentro del patrón neoconservador de los países de nuestro entorno.