Los rumores por Toledo corren como la pólvora: sobre la ciudad ha caído la maldición de los Templarios. Y pronto aparece un nuevo cadáver. En plena noche, un hombre envuelto en llamas cruza las calles de Toledo y muere a los pies de la cruz del Temple. En su mano agarrotada sujeta una extraña pieza con una inscripción en latín incompleta, pero en la que se distingue claramente la palabra Templario.