Salud y alegría, nostalgia y sabor, pero no de esa comida ni de esos platos que preparaban la abuela o la mamá, sino de música. Esa música que ellas bailaron y que durante décadas acompañaron las celebraciones familiares, las fiestas populares, y que aún escuchamos tooodos los fines de año. Y no hablamos de los villancicos, sino de la música tropical bailable, el chucuchucu, la raspa… llámenla y báilenla como quieran. Lo cierto es que es innegable su arraigo criollo y su sabrosura, y como diría la abuela: ¡¡el muerto al hoyo y el vivo a parrandear!!
Salud y alegría, nostalgia y sabor, pero no de esa comida ni de esos platos que preparaban la abuela o la mamá, sino de música. Esa música que ellas bailaron y que durante décadas acompañaron las celebraciones familiares, las fiestas populares, y que aún escuchamos tooodos los fines de año. Y no hablamos de los villancicos, sino de la música tropical bailable, el chucuchucu, la raspa… llámenla y báilenla como quieran. Lo cierto es que es innegable su arraigo criollo y su sabrosura, y como diría la abuela: ¡¡el muerto al hoyo y el vivo a parrandear!!