Llega el día en que Carlos, junto al resto de los chicos de su clase, va a hacer la Primera Comunión. Sin embargo, este momento llega en el peor momento ya que la familia Alcántara tiene muchos gastos y no sabe cómo afrontar el que se le avecina: el traje de almirante para Carlitos (traje, zapatos de charol, camisa, misal de tapas de nácar), el regalo para el chaval y, además, el convite. Antonio intenta conseguir un anticipo en el Ministerio y en la imprenta, pero todas las puertas se le cierran. Mercedes y Antonio se preguntarán si no estarán, ellos también, cayendo en el consumo que tantas veces han criticado en otros. En París estalla el Mayo francés. Las imágenes del telediario dan cumplida información de aquellas jornadas, para susto de Herminia, que ya cree que cualquier día también aquí sucederá algo igual. Tanto es su miedo que almacenará comida (fundamentalmente latas de sardinas) para el día que la revolución llegue aquí. Carlos, en los ejercicio de catequesis , descubre que el cielo del Islam está lleno de pipas, caramelos, bombones y futbolines y , por lo tanto, es mucho más divertido que el del cristianismo, de modo que se planteará no hacer la comunión , convirtiéndose en musulmán, para indignación de don Venancio, que, conociendo a Carlos como le conoce, teme que en plena comunión le monte un escándalo, precisamente en un acto al que va a asistir como invitado especial el vicario. Finalmente, Carlos descubrirá a tiempo que el Corán y el jamón son incompatibles, de modo que acabará haciendo la comunión. Inés tiene ocasión de ir a París en autobús, en un viaje que organiza Hermandades del Trabajo, por 2.800 pesetas, incluyendo la pensión. Pero ante las necesidades económicas de sus padres, preferirá dar el dinero para la comunión de Carlos que conocer París. Por último, Herminia teme que, con la edad, su familia la va a mandar a una residencia, a un asilo como se decía en 1968, pero pront