Una serie de pequeñas catástrofes domésticas y urbanas concantenadas arrojan a Roxi a un estado de desesperación total. En plena calle, con el auto descompuesto, sin llaves de su casa y bañada en llanto recuerda las palabras de Rolo, el chino del supermercado: “Menos, Roxi”. Iluminada, atraviesa la ciudad para pedirle ayuda al que a partir de ahora será su guru.