La policía detiene a José Antonio Aguilar, alias el Jala, un drogodependiente con antecedentes penales. Se le acusa del asesinato del exmilitar con el que vivió en la pensión Padrón y al que agredió con violencia durante el tiempo que pasaron juntos. Los agentes tienen la certeza de que también es culpable de la muerte de su pareja, pero no resulta fácil condenarlo por este crimen que cometió hace más de siete años. Antonio Roldán y Belén Ruano, miembros de la SAC, se adentran en la mente de este sádico criminal para reunir las pruebas suficientes que necesitan para incriminarlo. Durante el interrogatorio y su posterior análisis psicológico, una palabra que va a pronunciar el acusado se convierte en la clave para confirmar su culpabilidad. Una arriesgada idea de Roldán tiene una arriesgada idea con la que quiere probar que "el Jala" es el autor de ese crimen.