El niño había crecido jugando en los populares Cebollitas, equipo invencible de las categorías inferiores de Argentinos Juniors, club de barrio en el que permanecería hasta 1981. Para los que lo vieron, ese primer Maradona, del que menos imágenes se conservan, fue el más genial y puro. Para los que le conocieron, esos, aunque también hubo rabia y lágrimas, fueron sus años más felices.