El mito del asesino en serie prolijo y Hannibalesco, casi artístico, imposible de atrapar, no deja de ser eso: un mito, como el Rey Arturo o The Bloop. La reconfortante realidad es que los serial killers meten más la pata que los Pepe Gotera y Otilio del tebeo homónimo. Por sobradez (Bundy), falta de luces (Joseph Duncan III), compulsión (Charles Ng), mala pata (el caso Linda Haney Dover), o todas a la vez, un buen detective solo tiene que ponerse en la puerta a esperar / que el serial killer la vuelva a cagar.