La rebelión fallida del Grupo Wagner ha abierto la caja de los truenos en Rusia. El motín impulsado por la compañía de mercenarios rusos ha evidenciado el momento de debilidad que atraviesa el régimen de Vladímir Putin. Durante sus 23 años en el poder, el presidente ruso se ha vendido como el garante de la estabilidad interna y el árbitro entre las distintas facciones políticas. Sin embargo, la insurrección de Wagner ha acabado con este equilibrio. El intento de asonada ha agudizado las disputas entre el Ministerio de Defensa, encabezado por Serguéi Shoigú, y el “Partido de la Guerra”, la facción que defiende una mayor escalada bélica en Ucrania y que lidera el jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin. Durante meses, Prigozhin ha criticado a los altos mandos del Ejército por su corrupción y su mal desempeño en la guerra ucraniana. De hecho, su motín buscaba reemplazar a la cúpula militar rusa.