En septiembre de 1996 el radiólogo alemán Rudgerer Oyntzen asesinó, durante unas vacaciones en Mallorca, a sus dos hijos de 6 y 8 años, mediante una inyección letal. Un crimen minuciosamente planificado por Oyntzen, quien llegó a escribir un diario detallando los últimos minutos de la vida de sus hijos.