Pasada la tormenta, parece que todo ha vuelto a su cauce. Castillo interroga ahora a Leopoldo para que comience a explicarle todo lo que sabe desde el principio. Su garaje ha quedado calcinado y allí no había ni rastro del cuerpo de El Egipcio ni ninguna huella qué sacar. Lo único que tiene Castillo en su contra es que recibió unos mensajes multimedia desde el móvil de Palacios y que el envío se produjo desde Cruz del Sur. El inspector estaba convencido de que Leopoldo había matado a El Egipcio pero unas imágenes de una cámara de seguridad de ese mismo día, tumban la hipótesis de Castillo. Eso sí, los problemas se multiplican para Leopoldo. Hambal no está solo, le acompaña su tío, Karim Hamadi, El Sirio, un sicario de las mismas características o peores que El Egipcio, a quien no le temblaría el pulso si quisiera acabar con los Ferreiro. En su desesperación, con su vida a punto de irse al traste y tras declarar ante el inspector Castillo, Román decide regresar a la loma donde secuestraron al novio de Zulema. Allí continúa su coche. Román registra todo hasta dar con los fajos de billetes. Una vez encontrado el botín, el hermano de Macarena arranca el coche y pone rumbo al garaje de Leopoldo. Tras el secuestro y su posterior aborto, Macarena está hundida, y Sandoval intenta consolarla y transmitirle cariño, pero después de todo lo que ha pasado, la joven no soporta que ahora quiera ser su amigo. Maca está totalmente rebelada, el odio le recorre todo el cuerpo y la ira le hace que responda con un tremendo bofetón al médico, algo que éste no soporta y le pasará factura en un futuro no muy lejano. Mientras, Macarena intenta recomponer su vida de nuevo. Su objetivo ahora es ver a Zulema –recluida en aislamiento-. Nadie entiende a qué se debe este repentino interés de reencontrarse con quien ha estado a punto de acabar con su vida. Sandoval cree que se trata de un brote psicótico debido a su shock post traumático.