Si algo obsesionó hasta el desquicie a nuestras personitas del barroco fue intentar desvelar qué escondían las “repugnantes interiorades” corporales. Por eso, en el que creemos ser nuestro episodio más escabroso hasta la fecha, os invitamos a adentraros con nosotras —cuidado, amigas aprensivas— en la cultura de la disección barroca. Entre conocidísimos armatostes anatómicos como el tratado De humani corporis fabrica (1543) de Andrés Vesalio y sonadas descripciones disectivas como la que tuvo lugar en Santo Domingo en 1548 de “unas mellizas unidas por el cordón umbilical”, venimos a descubriros una práctica feminizada, y a menudo olvidada, de la disección. Despegándonos del academicismo médico masculino, abandonamos momentáneamente el barroco para viajar entre susurros conventuales hasta la Italia del siglo XIV para asistir, acompañadas de las majísimas Margherita, Lucia, Caterina y Francesa al cuidadoso descuartizamiento y escrutinio del cuerpo incorrupto de su compañera de religió