Rosario le confiesa a Katia que se siente frustrada y, en parte, arrepentida por la forma en que trató a Francisco. Admite estar muy confundida, sin saber qué pensar ni en quién confiar. Aunque siente que tanto Ivel como Francisco le hablaron con sinceridad, las dudas siguen presentes y no logra encontrar claridad. El Coloso se acerca a Rosario con la intención de acompañarla y brindarle apoyo en un momento difícil. Pero Rosario, sin rodeos y con serenidad, le deja claro que prefiere estar sola. Le dice que necesita pasar el despecho en silencio, a su manera y sin distracciones.