El sonido sibilante se fue convirtiendo en un zumbido agudo y luego en un ruido prolongado y quejumbroso. Lentamente se levantó del pozo una forma extraña y de ella pareció emerger un rayo de luz. De inmediato saltaron del grupo de hombres grandes llamaradas, que fueron de uno a otro. Era como si un chorro de fuego invisible los tocara y estallase en una blanca llama...