El Palacio Real de Aranjuez, ubicado en una vega en la confluencia de los ríos Tajo y Jarama, cuenta con más de 100 hectáreas de jardines. Felipe II mandó construir el Real Sitio a Juan Bautista de Toledo con el objetivo de seguir los pasos de su padre, Carlos V, y conseguir que Aranjuez pareciese una villa italiana. El Real Sitio se convirtió, posteriormente, en la residencia campestre de los Borbones, quienes continuaron decorando los jardines para su disfrute. Esta primera entrega de ‘Jardines con historia’ cuenta la biografía de Felipe II con la ayuda de expertos como la gerente del Real Sitio, Ana Carmen Lavín, la conservadora de Patrimonio Nacional, Almudena Pérez de Tudela, y el jardinero mayor, Rafael Rodríguez Torres.
Nacidos sobre las ruinas de antiguas fortalezas del siglo XV, siguen hoy en pie los pazos de Oca y Santa Cruz de Rivadulla, dos de los más emblemáticos de toda Galicia. Tras sus recintos amurallados, sus casas señoriales, bosques, huertas y jardines conservan su peculiar belleza melancólica.
A finales del siglo XVIII, el rey Carlos III quiso crear en Canarias un jardín donde aclimatar especies de otros países. El joven ilustrado Don Alonso de Nava y Grimón se entregó con devoción al proyecto y gracias a él existe hoy en Tenerife un espectacular jardín botánico: el Jardín de La Orotava.
El escultor Eduardo Chillida tuvo un sueño: encontrar un bosque donde colocar sus esculturas enormes para que la gente caminara entre ellas. En Hernani, encontró ese lugar, o como se dice en euskera: leku. Un País Vasco en miniatura con campas, caserío y un bosque pletórico de especies autóctonas.
De los antiguos jardines que sobreviven en Europa, la Alhambra es sin duda el conjunto más rico y variado de todos ellos. El monumento nazarí por excelencia recibe tres millones de visitas al año, pero ¿cuál era la función de sus patios y jardines? ¿Y cómo mantienen todo su esplendor?
Los jardines de la Granja de San Ildefonso, en Segovia, fueron concebidos por el primer rey de la dinastía de los Borbones, Felipe V. Un hombre de temperamento melancólico que quiso recrear en la sede temporal de la corte española los jardines franceses de Versalles y Marly, donde pasó su infancia.
El Jardín Huerto del Cura fue en su origen un huerto de labor del Palmeral de Elche, el más grande de Europa. Con los años dejó de cultivarse y gracias a su dueño, Juan Orts Miralles, se transformó en un jardín botánico que alberga más de mil palmeras y entre todas ellas una muy especial.
En 1881, Salvador Samà Torrents, heredero de una familia catalana establecida en Cuba, encargó la construcción de un jardín para homenajear su legado indiano. Parc Samà mezcla la nostalgia por el pasado y el anhelo por un movimiento que comenzaba a existir: el modernismo.
En la primera mitad del siglo XX, el pintor Evaristo Valle supo plasmar como nadie la luz de Asturias, su naturaleza y sus gentes. Este pintor, de alma melancólica, no llegó a conocer la fama en vida, pero hoy es celebrado en la fundación y espectaculares jardines que llevan su nombre.
Personajes ilustres han sabido apreciar los paisajes de Mallorca. A finales del siglo XVIII, el cardenal Antonio Despuig recreó la Italia clásica en sus jardines de Raixa y cien años después, el archiduque Luis Salvador compró varias "possesiós" en la Sierra de Tramuntana, entre ellas Son Marroig.
A finales del siglo XIX, el matrimonio formado por Dorotea Fernández y Pedro Ciga, grandes amantes de la naturaleza, eligió como lugar de descanso el Señorío de Bertiz, una finca de más de 2000 hectáreas en pleno Pirineo Navarro, que alberga un jardín paisajista y un impresionante bosque atlántico.
El Jardín de la Concepción fue creado a los pies de los montes de Málaga por una pareja de la alta burguesía: Amalia Heredia y Jorge Loring. Es uno de los pocos jardines isabelinos que conserva su trazado original, además de la exuberancia vegetal que lo hizo famoso en la España decimonónica.
El jardín del Capricho, en el madrileño barrio de la Alameda de Osuna, se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII bajo las órdenes de la Duquesa de Osuna, figura clave de la ilustración española. Fue la primera presidenta de la Junta de Damas de la Sociedad Económica Matritense, fomentó campañas de vacunación, y fundó escuelas para mujeres. La quinta de recreo de El Capricho era un microcosmos de modernidad donde se reunían intelectuales y artistas de la altura del pintor Francisco de Goya, a quien la Duquesa encargó varios cuadros. Sede de grandes árboles, estanques, caminos sinuosos y arbustos de lilos, el jardín presenta una parte simétrica y otra más pintoresca, donde destacan una serie de edificaciones de recreo, o “caprichos”. Entre ellos, el Abejero, la ermita, el laberinto y la famosa Casa de la Vieja, un divertimento rural donde los nobles emulaban los encantos de la vida pastoril.
En 1899, el empresario catalán Eusebi Güell quiso construir en la periferia de Barcelona, una urbanización de lujo rodeada de un inmenso jardín. El Parque Güell en Barcelona, diseñado por Antoni Gaudí, supo aprovechar las características del terreno sobre el que trabajaba y transformó el paisaje árido de aquella montaña en un espacio siempre verde. El Parque Güell es un lugar de fantasía, cuya belleza profunda surge de la perfecta armonía entre vegetación, arquitectura, ingeniería y ornamentación.
A mediados del siglo XIX, Marcelino Sanz de Sautuola, hidalgo montañés que pasó a la historia como el descubridor de las pinturas de Altamira, convirtió la finca familiar de Puente San Miguel, ubicada en pleno corazón de Cantabria, en un peculiar jardín. El afán de conocimiento y el espíritu científico de don Marcelino, lo llevaron a crear un jardín único en su época, poblado de una gran variedad de plantas exóticas. Tras su muerte, su hija María heredó la finca que años más tarde pasó a manos de su primogénito, Emilio Botín Sanz de Sautuola. Él supo preservar el antiguo jardín que plantó su abuelo, y mantuvo viva su filosofía de respeto por el desarrollo natural de los árboles. Además añadió a la finca nuevos terrenos, donde creó espacios más abiertos como el jardín de Winthuysen o el jardín nuevo, rincones verdes y sugerentes que hoy forman parte del Jardín Histórico de Puente San Miguel, un jardín ligado a una familia, generación tras generación.