Cuando Rosa Pérez Gil se amputó su sexto dedo todavía no sabía que su árbol genealógico había sido talado. Nunca le contaron que a su abuelo lo habían fusilado y que a su abuela también. No se le explicó que a los tíos de su abuela los quemaron vivos igual que a su tatarabuelo. Esta es la historia del silencio de su familia, pero también del silencio de un pueblo en Cádiz, Benalup - Casas Viejas, que, 90 años después, empieza a superar uno de los sucesos más trágicos de la Segunda República. Uno que acabó con la vida de 22 de sus vecinos y con tres de las fuerzas del orden.