Las bodas en España se parecen cada vez más a un festival. Se han convertido en un desembolso de dinero tan grande que muchos acaban viéndolas como una inversión y se ha normalizado que los asistentes paguen unos 150 euros solo de regalo, sin contar desplazamiento, hospedaje, maquillaje y vestimenta. Y así, se ha acabado hablando de la fiesta con cierto lenguaje bancario, como de coste-beneficio, de rentabilidad, que no se repite en otros países de Europa.