Shirin, una traductora iraní que trabaja para una agencia de noticias, representa a un país que se debate entre la grave crisis de legitimidad popular del régimen islámico y el control que ejerce sobre sus críticos. En Irán, las mujeres pueden ser universitarias, pero no pueden ejercer de presidentas, juezas o, por ejemplo, barrenderas, ni cantar en un auditorio delante de hombres.