Un concierto de Paganini en París inspiró a Franz Liszt para reconvertir su arte. Además del empeño en transformarse en el mayor virtuoso al piano de su tiempo, descubrió la importancia de la puesta en escena, de la música en directo como espectáculo. Y su trabajo tuvo fruto: la Lisztomanía, que así bautizó Heinrich Heine al furor desatado entre el público (especialmente el femenino) dentro y fuera del escenario.