Las primeras historias sobre vampiros aparecieron hace aproximadamente tres mil años en el seno de la tradición judía. Desde el Antiguo Egipto a las civilizaciones precolombinas, pasando por el Imperio romano, cada cultura ha creado su propia versión de una figura similar a Drácula. El Drácula de la obra de Bram Stoker sitúa su referente histórico en la figura de Vlad el Empalador, un gobernante rumano del siglo XV que se hacía llamar Draculya, con cuyo nombre firmó en Transilvania diversos manuscritos. El origen de este apelativo surge de la Orden del Dragón, en la que el padre de dicho gobernante había sido iniciado con el título de Dracul y que su hijo no dudó en usar con orgullo, dándose a conocer así como "el hijo del dragón". En lengua rumana, la palabra "dracul" también es una de las maneras con que se conoce al demonio; de este modo, Vlad el Empalador fue también conocido como "el hijo del demonio".