Naturaleza y arquitectura van de la mano en esta ciudad, la de los cien campanarios. El mejor ejemplo es el Oratorio de St. Joseph, que tiene una de las cúpulas más grande del mundo acariciando la roca de la montaña. Ahí es nada. Es la segunda villa francófona más importante del planeta y está en Norteamérica, reivindicando su historia y su diferencia a base de cultura y más cultura. Su legislación, la revolución tranquila y su carácter mestizo han hecho de Montreal uno de los enclaves más liberales del continente.