Antes de regresar a la historia de Kieran Patrick Kelly quiero que imaginen una escena. Al suroeste de Londres, a pocos minutos a pie desde la estación de Tooting Broadway y algo separada de una calle cuyas farolas sucias y amarillentas no consiguen iluminar, se encuentra la iglesia de St. Nicholas: alta e imponente. El antiguo cementerio que al rodea, ha sido un lugar de descanso para los muertos desde mucho antes de que la ciudad lo engullera. Esta noche, una noche de agosto de 1982, deambula por la oscuridad una figura sospechosa.