Desde el cielo, el periodista de Time Donald Neff divisó la alfombra de muertos en Jonestown. Para novecientas personas el mundo había acabado allí abajo, sobre la hierba cetrina. Bajo el cenador metálico, entre los surcos de tierra. Los cadáveres diseminados como una espuma de muerte. Estáticos. Cuando el avión descendió a tierra, el mundo —que no había acabado— comenzó a calibrar la verdadera dimensión de lo sucedido el 18 de noviembre de 1978 en la selva de Guyana. El mayor suicidio colectivo de la historia.