Una supuesta pareja de abogados ubicó a un grupo de personas para dejarles una herencia de Jenaro Gajardo. El difunto fue el que inscribió la luna a su nombre el año 1953, y que antes de morir, el hombre dejó escrito las exigencias para los herederos. Don Jenaro estipuló que los beneficiarios deben ser chilenos, con apellido Gajardo, y debe tener un hijo varón.