Mateo diagnostica a su Tía Juana una enfermedad en los huesos que podría tener serias complicaciones si no se trata a tiempo. Juana se niega a hacerse los exámenes: dice que a los hospitales se entra bien y se sale con el diagnóstico de una enfermedad seria. Mateo no puede forzar a su tía, por lo que opta por respetar su decisión. El doctor y Adriana están enfadados, y prácticamente no se hablan. Han estado en Madrid y, debido a un problema embarazoso, las cosas no han salido todo lo bien que se esperaban. Ahora, de regreso, las relaciones entre ambos están bajo mínimos. Don Severino da muestras de demencia senil, y entre Mateo y Tía Juana le cuidan. Se produce un debate en el pueblo sobre la conveniencia de ingresarle de por vida en un asilo: todos opinan, para martirio del doctor, que una vez más ve que en el lugar todos parecen tener una licenciatura en medicina. Tras varias andanzas, se descubre que a lo que a Don Severino le hacía falta era curar una herida en el alma, un dolor muy grande producido por algo que le había pasado muchos años atrás. Alfredo se presta a participar en la puesta en escena de la farsa que hará que Don Severino limpie deudas con su propio pasado. Carol ha desaparecido y en el pueblo se temen lo peor. Alfredo coordina la búsqueda por el pueblo y aledaños. Finalmente se esconde y refugia en casa de Adriana, esperando que nadie le busque ahí. Cuando dan con ella, la relación entre Carol y Elena llega a su punto de irritación máximo, y Adriana debe mediar para que haya paz: poner verde al médico parece lo único que alivia las tensiones entre las tres amigas. Arreglado el conflicto, a Adriana se le encarga la difícil labor de contar una verdad muy importante a Pedro... pero, para su sorpresa, el niño sabe más de lo esperado, y encaja los aspectos difíciles de la vida con una naturalidad sorprendente. Juana ya no puede más y claudica: va al hospital. El diagnostico es definitivo y grave, tal como se l