Cualquier crimen es atroz, pero si la mano ejecutora es de un niño o un adolescente saltan todas las alarmas. La auténtica perversión de los crímenes cometidos por menores de edad, son las motivaciones que les llevan a asesinar a amigos o a miembros de su familia. Un elemento indetectable vive en su interior, una oscuridad oculta que nadie es capaz de ver... porque son niños.