Luis ve a su sobrino Santi desayunando con un brazo en cabestrillo y un ojo morado. Su tío intenta inútilmente sonsacarle qué es lo que le ha pasado porque no se cree lo que el chico le cuenta. Con ayuda de Abdul, el portero del edificio, tiende una trampa a Santi y a Chus al estilo “poli malo, poli bueno” para conseguir la verdad.