Desde hace ya varios años, el imaginario colectivo asocia el nombre de José Bretón con crímenes inhumanos. Su simple mención nos evoca a lo peor que las personas pueden tener dentro, al monstruo detrás de la máscara. Alguien por quien es imposible sentir compasión. Pero esto no siempre fue así. Tras la desaparición de Ruth y José, y por un periodo de casi un año, el caso estuvo completamente bloqueado. Muchas voces clamaban contra el padre que se negaba a revelar el paradero de sus hijos, pero otras tantas veían a un padre en proceso de divorcio injustamente encarcelado. Había indicios de todo, pero ninguna prueba concluyente.